martes, 1 de mayo de 2007

3 de abril de 2007
Cristina (Para Sihara)
Si queremos determinar el punto en que se ilumina la relación entre el erotismo y la espiritualidad mística, debemos volver a la visión interior, de la que prácticamente sólo parten los religiosos.
El erotismo. Georges Bataille
No me preguntes cómo sé que en Querétaro los templos abundan cual cantinas, pues no sabría que responderte. Tampoco trates de averiguar cómo descubrí que la pintura de los mismos cae poco a poco, cediendo paso al constante ataque de la resequedad de sus muros. ¿Cómo podría saberlo, si nunca entramos a uno tomados de la mano?
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El obispo mira la pintura que abandona los muros resquebrajados de las paredes. Levanta las manos y ruega a Dios que no sea una mala señal para su iglesia. La gente pasa, lo observa y piensa que todo se resolvería con una nueva capa de pintura fresca...
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Tomo esta copa de vino a tu salud. Pido a la humilde concurrencia brinde conmigo y todos asienten. Levanto la copa, y en seco, siento un aire divino, como de iglesia. Levanto la copa, pues. Aquello no es una cantina de paredes orinadas, escupitajos en el suelo y gotas de hielo derretido que escurren por el vítreo envase de las cervezas. Estamos sentados en ese templo de paredes resecas y resquebrajadas; es la hora de consagrar el vino. Tomo el cáliz de tu sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, y brindo a tu salud. El vino eres tú y yo lo bebo directo de ti. Todos miran mientras dudo entre decir salud o amén...
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Soy preso de estas paredes donde hicimos el amor sin ponernos siquiera un dedo encima. Evito transgredir aquello de no mancillar el cuerpo y la sangre cuando caigo en la cuenta de lo distinto que es el rito del amor. Como el ángel, preparo la punta que ha de atravesarte; tú, la santa, esperas impaciente que terminé con la espera de tu cuerpo, cual si fuéramos pastor y cordero. Me detiene la perenne inmovilidad que somos y pienso que eres tú la que cambia la percepción del tiempo.
Ignoro si ésta es la España Medieval de tu éxtasis, la Roma que nos idealiza en escultóricas figuras, el Querétaro de resecos muros donde la pintura abandona las paredes de una iglesia, la húmeda cantina en la cual levanto el cáliz de tu sangre o el cuarto de hotel donde esta noche me has dejado solo. Preparo la punta que ha de atravesarte y, movido por la curiosidad, pregunto tu nombre. Mi nombre no importa, dices. Llámame Teresa, Sikaria, Cristina...
Un parpadeo. Me miras, elevas una plegaria al cielo y el peso de tu cabeza se vuelve insoportable. Recibes entonces la ansiada estocada y descubro que la vida se te fue, gota a gota, detrás de cada clavo. Un último borbotón de sangre y agua fluye por la nueva herida. He mancillado el cuerpo y la sangre. Señor, perdóname, uno nunca sabe lo que hace...
24 de marzo a 3 de abril de 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como ya te habia comentado la vez que me mostraste tus textos, me agradan mucho.

Que bien que tengas tu musa, espero que ella lo valore.

Es un enorme gusto saber de ti.