07 de septiembre de 2015
La eternidad por fin comienza un lunes
Sobre los lunes se han dicho tantas cosas, muchas de ellas justas, otras no tanto, y otras que ni siquiera son ciertas. La eternidad por fin comienza un lunes es una frase completamente sugerente, que inmediatamente me remite a Eliseo Alberto, autor de la novela cuyo título da nombre a otra novela en el texto que el cubano escribe. Metaficción pura que te vuela la cabeza...
Los lunes son también una genial oportunidad para empezar un nuevo proyecto, o al menos eso dice Goran Petrovic en ese otro ejercicio de la pluma y la literatura más fina: La mano de la buena fortuna.
(Aún quiero leer un libro y encontrarte entre sus páginas. Empecemos un lunes, puede ser hoy o la semana próxima, pero no dejes que la eternidad comience un martes: sería un día pésimo y estaría condenada al fracaso.)
Muchos odiamos los lunes. Nos recuerdan lo horrible del mito del eterno retorno; hombres condenados a repetir el mismo ciclo una y otra vez. Los lunes son las rocas que nos vuelven Sísifos. Deseamos llevar ese día lejos, pero siempre tendremos que lidiar con él, con su carga y con sus responsabilidades.
(Citémonos un lunes, dos o tres. La eternidad por fin comienza un lunes. Que nuestra única responsabilidad sea perdernos en las letras, encontrarnos en La mano de la buena fortuna. Qué importa si los lunes son negros o son azules. Que los lunes importen sólo porque nos permiten emerger de nuestras cenizas. Polvo eres y en polvo te convertirás, así por toda la eternidad...)