martes, 1 de mayo de 2007

24 de abril de 2007
Algunas consideraciones sobre el “Romance de la Migajita”
Si en este instante se me preguntara por qué analizar literatura mexicana, bien podría responder que me gusta descubrir las representaciones de una sociedad a partir de sus textos. Las letras, en todo caso, cumplen la función de preservar, e incluso de inculcar ciertos patrones de pensamiento. Así, considero básico dicho análisis para identificar aquello que está mal dentro de ese grupo social que tanto nos interesa. Partiendo de dicha premisa y teniendo de base herramientas sociocríticas, me gustaría realizar un pequeño acercamiento analítico al texto “Romance de la Migajita” del mexicano Guillermo Prieto.
Tomando en cuenta que los elementos paratextuales, en este caso el título, adelantan gran parte de la programática textual, se vuelve necesario el desglose de la información contenida en dicha unidad. “Romance de la Migajita” inicia con una alusión autorefencial, dado que la palabra romance describe el estilo poético que utilizará el texto. Debe notarse también la presencia de un discurso de pertenencia sobre lo femenino, que en este caso es una instancia que alude a unas sobras minimizadas, a las migajitas, pues. Se perfila desde el título un discurso que tiende a la cosificación y minimización de lo femenino. La cuestión autorefencial indica, por otro lado, tomar distancia de ese objeto del cual se está hablando.
Será menester, por ahora, tomar como punto de partida los indicios que arroja el paratexto. La Migajita, evidentemente, viene a ser un apodo que sustituye al nombre, cuya función es, precisamente, definir, dar una personalidad. La definición de lo femenino es, como se había dicho líneas atrás, la ausencia de un nombre, la equivalencia con algo mínimo que aún puede ser reducido.
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Sin dejar de lado las consideraciones que se obtienen luego de la lectura del paratexto, considero pertinente pasar, a partir de este momento, al análisis textual. Los primeros indicios que arroja el texto son una serie de ordenes dirigidas a una instancia no definida. Se puede entender este funcionamiento textual de la siguiente forma. “¡Detente! [...] ¡eh, contente, no la mates!” son tres prohibiciones que pueden ser leídas como ¡no sigas! ¡no te permitas! ¡no la mates!
Llama la atención, por otro lado, la aparición de la palabra “contente.” Las implicaciones del contener van ligadas a las del nombrar. El nombre, al mismo tiempo que incluye ciertas características, excluye otras; delimita. Aparece en el texto otro sema que nos permite perfilar el primer texto semiótico. Inclusión frente a exclusión.
La agresión de las primeras líneas está orientada a lo femenino. “¡Detente! que está rendida, / ¡eh, contente, no la mates!” Se observa también una situación de poder donde la figura femenina se rinde y tiene que ser defendida de su agresor, hasta ahora desconocido, por un tercero indefinido en número y en género. Así, tenemos el segundo texto semiótico: definición frente a indefinición.
Esta indefinición oculta la identidad de los participantes del texto. Más adelante la misma instancia narrativa revelará a los personajes en el siguiente orden: la gente, defensora de la Migajita, quien es, a su vez, atacada por el Ronco. Un colectivo da una serie de prohibiciones que son violentadas por un hombre, instancia activa que transgrede esas normas en detrimento de una figura femenina y pasiva. “Y aunque la gente gritaba / [...] / aunque quiso llegó tarde, / que estaba la Migajita / revolcándose en su sangre...”
Aparece también un discurso religioso sustentado por diversas imágenes del texto: “[...] la miramos de rodillas / ante el hombre, suplicante” “Y el Ronco está como piedra / en medio de los sacrificantes [...]” “[...] y atente a la Virgen pura / para que tu alma se salve.” “[...] a su Ronco que idolatra, / que fue su amor y su gloria.” “Tú, ampáralo con tu sombra, / sálvalo, Virgen María [...]” Puede observarse por un lado que la figura masculina está ligada a una cuestión eminentemente pagana, mientras se privilegia a la Virgen como figura poderosa.
Si la mujer vale por su virginidad, es condenada ante cualquier contacto con la figura masculina. El Ronco ataca a la Migajita por una cuestión de celos; y cuando la instancia narrativa aclara que éste es motivo de idolatría de la mujer, al grado de despojarse de todo para darle sepultura digna, ella muere.
Existe entonces un serio problema con la figura femenina, pues ésta es vista desde dos perspectivas distintas que, sin embargo, convergen en un mismo punto que atacaremos más adelante. Por un lado, a la mujer se le tiene como figura de culto, valiosa por su status de virgen; por otro, se le condena al grado de perder su nombre, identidad, pertenencias y vida una vez que a conocido una figura masculina. Mientras la primera cumple un rol activo, capaz de amparar y proteger al hombre, la segunda será, literal y metafóricamente hablando, una perdida.
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Se sabe del Ronco, gracias a la instancia narrativa, que ataca a la Migajita en un arrebato de celos, con lo cual no hace más que confirmar su hombría. El macho defiende, marca sus propiedades. Se nos dice también que muere en la cárcel y cómo es que la mujer sacrifica todo para darle una muerte digna a su hombre: “[...] vendan mis aretes de oro, [...] loza fina, [...] seda, [...] la cama de fierro, [...] y entierren con lujo a ese hombre [...].” El nombre del macho es develado y definido gracias a la instancia femenina, capaz de abandonar propiedades e identidad hasta en la muerte: “[...] hay una cruz levantada / de pulida cantería / y en ella el nombre del Ronco, / ‘Arizpe José Marías’, / y al pie, en un montón de tierra, / medio cubierto de ortigas, / sin que lo sospeche nadie / reposa la Migajita [...].”
Tomemos ahora el cabo que dejamos suelto. En él referíamos el conflicto de la figura femenina vista desde dos perspectivas: la de la virgen como objeto digno de adoración, y la de la perdida capaz de sacrificarlo todo. Ambas coinciden en que pueden salvar al hombre y brindarle identidad. La figura femenina violentada, la Migajita, carente de identidad, de nombre, encomienda el alma del macho a la Virgen María al tiempo que entrega sus pertenencias y su reposo con tal de brindar lujo al Ronco, quien a partir de este momento adquiere una identidad definida, un nombre.
Tenemos pues, los siguientes textos semióticos que nos ayudaran a obtener una serie de conclusiones sobre el texto.
Masculino / Femenino
Idolatría / Fe
Definición / Indefinición
Activo / Pasivo
Exclusión / Inclusión
El texto “Romance de la Migajita” presenta un conflicto de identidad entre las figuras de lo masculino y lo femenino. Mientras a la mujer se le localiza en el campo de lo religioso, del culto a la virginidad de una sociedad evidentemente Marista, el hombre viene a trastocar ese valor; se pierde la identidad y se gana una idolatría. Esto permite que la indefinición de uno defina al otro. La mujer queda como un ente indefinido que brinda identidad a la figura masculina y en ese proceso el hombre se asume como una figura activa que excluye a los pasivos carentes de identidad.
Finalmente se vuelve conveniente visualizar a imagen de la mujer a los pies de su hombre en el texto. Cuando recibe las puñaladas, la Migajita se abraza a las rodillas del Ronco, mientras que en la muerte se encuentra completamente subyugada. Sin identidad, sin nombre, sin sepultura propia, la mujer termina bajo el poder de una figura masculina que la violenta en la misma muerte.

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