martes, 1 de mayo de 2007

22 de marzo de 2007
¡Señoras y señores! ¡Con ustedes...! ¡Tomás Varo!
A pesar de mi corta edad, aún recuerdo como si hubiera sido ayer la primera transmisión de El premio mayor, telenovela protagonizada por la Tesorito Laura León y Carlos Benavides en el papel que definiría su carrera: Huicho Domínguez. Dicho bodrio televisivo, producido, but of course, por Televisa, gozó de una popularidad enorme, apoyado entre otras cosas por una canción espantosa desentonada en la igualmente espantosa voz de la dichosa Tesorito y una historia que es el sueño dorado de la mayor parte de los mexicanos: ganarse la lotería.
He de comentar que ésta me parece una ambición bastante pendeja, y si puedo emitir una declaración de tal calibre es por la experiencia que la vida misma otorga, sobre todo teniendo un abuelo que ha gastado religiosamente una parte del salario de su vida para comprar semana a semana el boleto que resolverá sus apuros económicos. A mí me queda la impresión que ha gastado en estos años el equivalente a un premio mayor de los de ahorita...
Y claro, no me burlo de las ilusiones de más de uno, ¿pero acaso alguna vez hemos pensado el por qué de esta clase de fenómenos? Porque eso de que los pronósticos son para la asistencia pública no se los cree ni su abuelita. Curiosamente cuando este tipo de acontecimientos recibe mayor publicidad es cuando una sociedad pasa por prolongados periodos de recesión económica. En pocas palabras, cuando la gente está jodida...
Sinceramente no me extraña que la aparición de El premio mayor se haya dado en 1995, un año después del denominado error de diciembre. De pronto aparece en teve un mexicano pobretón, chaparrito, morenito y barrigón portando su playera de ¡Viva México, cabrones! esposo de una rubia más falsa que un billete de tres nuevos pesos y padre de una tribu de disfuncionales adolescentes, entre ellos la muchachita arrimada, hija de su madre y pariente de ve tú a saber, porque ella es arrimada, con un demonio.
Total, que el gordito le pega al gordo. Se gana la lotería y, en un arranque de nuevo rico, olvida a la perrada, compra una mansión, reparte lana a sus nuevos cuates, se comporta como un Beverly de Peralvillo y hasta la hace de pleiboi. ¡Hazme el favrón cabor! El sueño de todo plebe en tiempos de carestía... Y si usted, mexicano, mexicana, chiquillo, chiquilla, no quiere perderse esta monada, esta joya de la producción más pueril hecha en México, prenda la tele y sintonice la repetición que ya circula por las ondas del cuadrante.
Ahora, que si usted es más modernón y la onda retro no le late tanto. ¡No se preocupe! Televisa lleva hasta la comodidá de su hogar un Huicho reloaded, acorde a los nuevos tiempos donde el mexicano ha olvidado el sabor del maíz y vive contando tortibonos. Porque si usted no tiene varo para las tortillas, la leche ha aumentado de precio y ni siquiera le alcanza para comprarse un méndigo jitomatito pa’ la salsa, sólo es cosa de gastar unos cuantos pesitos, qué tanto es tantito...
Porque no olvide, de poquito en poquito se llena el jarrito, y mientras unos se preocupan por juntar los centavos para comprar el dichoso boletito de la rifa, un grupo de visionarios empresarios, para variar, Televisa y Santiago Creel, utilizan la figura de otro carismático morenito barrigón de nombre Tomás Varo para llamar la atención de un puñado de incautos que aún creen en los milagros. Así, juntan centavos para transformarlos en millones, al tiempo que reparten las sobritas gritando: “¡Premio mayor! ¡Premio Mayor!”

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