domingo, 31 de diciembre de 2006

24 de diciembre de 2006
Infrahuevón

Irónicamente, uno de los peores insultos que he recibido en mi vida ha sido el de Infrahuevón. Y es que en un terrible origen, esta palabra surgió con la intención de lastimar las vanidades y los egos de las divas de la cultura. En un principio, quien recibió esta nominación fue todo aquel ente dedicado a vivir platicando sus proyectos, asistiendo a performanses y utilizando a diestra y siniestra su pose de intelectual en potencia.
El problema de esta generación es que lleva años pululando por los terrenos de la creación. En Jalisco (tierra de mariachis, tequilas, jotos, doblemoralistas e Infrahuevones) durante años se ha descuidado el valor de hacer las cosas. Muchos crecieron con el falso orgullo de que por estos lares surgieron artistas como Higinio Ruvalcaba (músico), Juan Rulfo, Juan José Arreola, Agustín Yánez, Vicente Leñero (escritores), José Clemente Orozco, Juan Soriano (pintores), entre muchos otros que la memoria omite, y se dedicaron al noble oficio de la sanguijuela que vive gracias a las periódicas sangrías, digo, becas, que ofrece la Secretaría de Cultura.
Los pocos que en realidad tuvieron ganas de trabajar, huyeron de Jalisco. Ricardo Castillo, Eusebio Ruvalcaba, Adriana Díaz Enciso o Julieta Marón me parecen los casos más significativos. Peleados con un medio apático, decidieron que la pasarela de vanidades no era lo suyo. Que Ruvalcaba sirva de ejemplo: nunca utilizó la fama de su padre Higinio para conseguir becas o apoyos, contrario a lo que sí hizo Orso, el hijo de Arreola.
Afortunadamente, existen en Guadalajara nuevas generaciones dispuestas a recuperar lo perdido. Se respira en muchos ámbitos la inquietud por ponerse a trabajar luego de varios años de años de relajo. Es obvio que todavía existen parásitos que utilizan al arte como pasarela de poses, más preocupados por la foto y el qué dirán que por promover los resultados de su trabajo.
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César López Cuadras, escritor de oficio y jalisciense por adopción, alguna vez fue criticado por desaparecer del hábitat de los escritores: las cafeterías de avenida Chapultepec. Sus puntos en la bolsa de escritores estaban a la baja y todo por no seguir el rígido molde del desfile de modas. El tiempo le dio la razón. Mientras todos se dedicaban a criticarlo, él escribió Macho profundo.
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¿Cómo podemos nosotros recuperar lo perdido? Con humor, principalmente. Preparando manifiestos y trabajando en pos de un proyecto común, la cultura de la creación. Bautizándonos como Infrahuevones, en un afán por burlarnos de aquellos que equivocaron el rumbo. Y no se diga más.

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