domingo, 31 de diciembre de 2006

22 de diciembre de 2006
Gandhi

Tú en tiempo fuiste para mí como una oración, yo no entiendo por qué ahora eres dolor.

Generalmente me es fácil decidir sobre qué tópico quiero hablar tal o cual día. Hoy fue la excepción. Entre la amplia gama de opciones que tenía, se encontraban nombres como Galeano, García (Lorca, Márquez, Ponce, Saldaña, et. al.) Gargantúa, Góngora, Gogol, Gurrola o Gutiérrez. Ninguno tuvo el encanto suficiente como para ser elegido.
Pensé también hablar acerca de la guerra, sobre todo después de haber visto esa excelente película titulada Cold Mountain. Acerca de un conflicto bélico, sólo puedo decir que éste es capaz de sacar lo mejor y lo peor de los seres humanos. Jamás he estado en uno, pero gracias a libros y cintas, he podido llegar a sentir el uno por ciento de lo que en esas situaciones ocurre.
Así, más allá de lo mucho o poco que pudiera decir sobre algún tema en particular, ninguno de los anteriores me apasionaba lo suficiente como para dedicarle siquiera unas líneas. Valga esta introducción solamente para justificar la elección hacia el pacífico hindú que, entre huelgas de hambre, se dedica a vender libros.

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Que quede claro. Hoy no quiero hablar de Mohandas Karamchand, mejor conocido por todos como Mahatma Gandhi. Mis intenciones más bien apuntan a hacerle publicidad gratuita a cierta librería cuyas aparentes bondades son nulas, ya que los libros no son más baratos y ni siquiera se da el mejor servicio, pues mes con mes contratan personal distinto. ¿Entonces?
Omar describe a Librerías Gandhi como un lugar ideal para socializar y conocer personas. Hoy no lo dudo ni un solo instante. Yo mismo he comprobado, cual científico escéptico, esta máxima. Quedan como evidencia las amistades que en poco tiempo he logrado en este espacio.
Sin embargo, últimamente me resulta doloroso transitar por entre los pasillos de dicha librería. No lo digo por el excesivo precio de sus productos o por las multitudes que se encuentran ahí gracias a las compras navideñas. Más bien es por ese extraño sentimiento de ser el personaje de alguna novela de amor. Tal vez La insoportable levedad del ser ha influido demasiado en mi estado de ánimo estos días.
Y es que no hay nada más cercano al cliché como enamorarse de la chica de la cafetería. De pronto todo es miel sobre hojuelas y... ¿Qué pasó? La misma pregunta circula por mi mente día tras día. Quizás en algún momento llegue a conocer la respuesta. Mientras tanto, el antiguo placer que obtenía al descubrir nuevos libros tendrá que esperar por cierto tiempo... Al menos hasta que deje de doler.

1 comentario:

Miguel Ángel Avilés dijo...

ya te puse como link en mi blog