viernes, 10 de noviembre de 2006

30 de octubre de 2006
Sobre el suicidio considerado como una de las más estúpidas artes
Si bien sabemos que existen demasiados tabúes en torno a la palabra suicidio, hoy me encantaría hablar de la veta estúpida de este milenario acto. No es que me burle de aquellos que han tomado la decisión de jugar a dios y quitarse la vida, pues he llegado a la conclusión de que jugar este juego es uno de los actos más interesantes que puede realizar el ser humano. Por eso, y porque la literatura finalmente se trata de jugar, es que cuando escribo me siento dios.
Retomando el tema del suicidio he de comentar que hay algunos casos dignos de comentarse, como el de Sócrates, por ejemplo, quien murió bebiendo la cicuta por una acusación injusta para nosotros, pero justa según las leyes atenienses de la época. También existen los “suicidios” como el de Kurt Corn Flakes, quien sorpresivamente pudo dispararse y escribir un mensaje después de una sobredosis de heroína. Y uno de los que menos he entendido es el de la novela La tumba de José Agustín. Si bien no queda claro que Gabriel se pegue un tiro, al menos es lo que parece (aunque también dicen por ahí que no hay que fiarse de las apariencias, aclara mi inconsciente mientras se apodera de mis manos y escribe lo que le pega su regalada gana).
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Marina dijo que tenía ganas de aventarse a las vías del tren ligero. Inmediatamente pensé en aquel cortometraje animado que hace no muchos años era común ver en el canal del estado (antes que gobernara el PAN), e, invadido por un profundo sentimiento de hueva le dije que pensara en una forma más original de quietarse la vida. Así, mientras viajábamos utilizando tan eficaz arma de muerte, digo, instrumento de transporte, descubrimos que el hombre, en su afán por matarse, ha agotado casi todos los caminos posibles del suicidio.
Por fortuna, Cosmopólitan o Quo, que para efectos prácticos son lo mismo, llegaron al rescate, pues alguna vez leí (y no me digan que no, todos han leído Cosmopólitan alguna vez en su vida, y si no, sé que lo harán) que en una competencia por saber quien era capaz de consumir más refresco, los tres primeros lugares murieron por intoxicación de gas en la sangre. Así, la próxima vez que decida jugar a dios, beba Coca-Cola Enjoy it y muera en la comodidad de su hogar.

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