viernes, 13 de octubre de 2006

20 de septiembre de 2006
Una bequita por el amor de Dios

Unos cuantos días atrás tuve la disfrutable tarea de exponer en clase la primer carta de relación de Hernán Cortés. Esta fue una oportunidad de revivir ese ¿extraño? amasiato que mantengo con las letras y la historia. Lo de extraño en realidad no lo es, pues debemos recordar que la coyuntura entre mis amadas es que se ciñen a la narración de sucesos. Baste decir que la novela histórica está ahí para demostrarnos que en esta vida todo es posible.
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Alguna vez hacía referencia, fiel lector, a mi pasado de poeta romántico seguidor de Bécquer o Acuña, y Neruda o Sabines entre los más recientes. En este periodo tuve la fortuna o la desgracia de enlistarme en preparatorianas asignaturas relativas a la creación literaria, que para bien o para mal, dejaron en mí nociones literarias capaces de ser aprehendidas por un rábano. Así, con semejante impronta y el instinto de quien está comenzando un arduo camino por el mundo de las letras, me di a la muy romántica tarea de escribir una novela histórica.
Dicho proyecto era la versión mexicana del conquistador inglés John Smith y la nativa norteamericana Pocahontas, sólo que en este caso protagonizada por los ficticios Jesús del Castillo Vizcaíno y Tochihuitzin, guerrero español y sacerdote mexica, respectivamente. Que quede asentado en la relación que doy de este suceso que dichos personajes jamás caen enamorados. En todo caso pienso que el elemento romántico se encuentra en la búsqueda del origen y la idealización del momento histórico, muy independiente de mi estupidez al momento de dicha redacción
El choque, nombre de aquel proyecto que estuvo a punto de pasar al Archivo General de la Nación, léalo usted, lector acostumbrado al sarcasmo de este espacio, como la basura, fue redescubierto por mí y hoy está a punto de ser corregido y aumentado con la firme intención de verlo publicado como un texto completo. Claro que para esto requiero el mecenazgo del gobierno del estado.
21 y 22 de septiembre de 2006
La ley de la cárcel
La idea de la noche del 21 fue despertarme temprano, ya que ingenuamente creí que tal vez terminaría mi proyecto alrededor de las dos de la mañana. Me doy cuenta que mi meta fracasó. Ducha rápida y semi desayuno ídem mientras escucho un poco de música que me mantenga activo. Abandono el terruño materno listo para ir a clases y mientras camino espero aguantar el ritmo del día y no dormirme en las aulas.
El objetivo se cumple en la primera clase. Sesión de análisis del discurso; dos horas de duración sin necesidad de tomar café o algún otro estimulante. Decido estimularme al llegar a casa. Salgo rumbo al Fondo de Cultura Económica a disfrutar mi clase de Crítica Literaria cuando el peso de mis párpados se vuelve intolerante. Pienso en que todavía me quedan varios pendientes mientras cabeceo en clase de Luis Vicente de Aguinaga. Tomo nota mental de pedirle una disculpa en la próxima clase, donde tendré que defender “Borges y yo” a capa y espada.
Dos horas después, apenado por mi desvelo, camino unos cuantos metros para así llegar a mi siguiente escala, la cual es un cíber café. Corrijo los datos de la forma, ficha o papeleta que llené en la madrugada. Busco una pintura básica para mi trabajo y reviso mi correo mientras imprimo los documentos pertinentes para presentar mi proyecto de beca. Al llegar a las oficinas del Ex Convento Del Carmen descubro a Cristina Preciado, quien horas más tarde asistirá al reconocimiento que le harán a su padre. Veo a Juan y después aparece Saray. Al entregar el paquete descubro la habilidad oculta de tan divina mujer para desaparecer cuando nadie se lo espera.
Minutos más tarde disfruto de una deliciosa Coca Cola Enjoy it helada al lado de Juan. A ritmo de Moderatto mastico mis Doritos cuando por relación directa damos con la escala del cobre en orden descendente: albañiles, judiciales, Juan y yo. Ingresamos al tren ligero para que pueda cobrar mi semana. Cuando Juan descubre que ha cumplido su función en la historia se va, por lo cual, solitario, decido abordar el transporte público.
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En la vida del hombre hay ocasiones donde el trabajo nos lleva al límite físico y emocional. En estas anduve yo las últimas dos semanas, debido en gran parte a las cátedras que di acerca de Hernán Cortés, la crónica del descubrimiento del Amazonas y mi proyecto para el Feca. El día de hoy, la suerte me cobró la factura.
Mary Jane, fiel al principio de la ley de la cárcel que dicta que cuerpo dormido igual a culo perdido, me vio adormecido y me besó dos veces. Al principio creí haberlo alucinado debido al estado de ensoñación en el cual me encontraba. Sin embargo, a la segunda, tuve certeza del acontecimiento por la erección que me provocó el roce de sus labios. Por eso no me gusta dormir fuera de casa.

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