viernes, 13 de octubre de 2006

17 de septiembre
La tan cacareada revolución

Después de la borrachera viene la resaca, dice el dicho. Así, a dos días del grito conmemorativo del Ídem de Independencia y a uno de la recién instaurada Convención Nacional Democrática, creo que es justo y necesario, en verdad es justo y necesario, hablar de dicho eventos.
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Sobre el grito he de confesar lo previsible del acto, ya que días antes del sexto informe de Fox, se vislumbraba la opción de que nuestro culto mandatario trasladara los festejos a otro lugar. Me congratula saber que el presidente gritó en Dolores Hidalgo, estado de Guanajuato y no en Dolores, estado de Hidalgo. Recordemos que uno de los superpoderes del representante del ejecutivo es la facultad de inventar escritores y lugares en cuanto evento se le pone enfrente.
A manera de confidencia, me preocupa que tan insigne evento se dio en un completo estado de caos. El diario capitalino La Jornada hacía alusión en la portada del día de ayer a la división de la república al resaltar en su encabezado “Un país, dos Gritos.” Así, mientras en el Zácalo la rechifla era recibida por Monseñor Carlos Abadscal, los hurras fueron para el célebre señor López.
Quien no supo de abucheos ni de vítores fue el también celebre pero menos aceptado Vicente Fox, debido a que la lluvia estropeó parte del evento programado en el lugar donde Hidalgo hizo su célebre llamado a la Independencia. La digna retirada ofrecida al presidente fue estropeada el mismo día de ayer cuando la imprudencia del vocero, y también Doctor, Rubén Aguilar, le hizo declarar que había grupos violentos decididos a matar civiles.
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En la Convención Nacional Democrática, mientras tanto, Obrador se declaró presidente legítimo, y aún no sé que pensar al respecto. Puedo comentar que en el estrado se encontraban Luis Mandoki, Elena Poniatowska, Jesusa Rodríguez entre otros. Lo que agradecemos todos es que el conflicto este todavía este del lado de la resistencia civil pacífica y que hasta el momento no hay muertes que lamentar. Y qué bueno que no llegó la tan cacareada revolución...

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