jueves, 4 de septiembre de 2014

¡Gracias... totales!

04 de septiembre de 2014
¡Gracias... totales!
Es 1997; tal vez 1998. No lo recuerdo con detalle, pero aún veo que mamá escribe sobre unas hojas arrancadas al cuaderno. Después me entero que ese manuscrito es una carta para papá, del cuál ya tenía al menos un año separada. En la carta menciona lo afectados que mi hermana y yo estamos por el divorcio y cómo poco a poco se van abriendo abismos que poco a poco se harán más grandes si no se establecen canales adecuados de comunicación. Mujer sabia, mamá le da consejos a papá: gustos, preferencias, e incomodidades de sus hijos. En ese entonces casi no escucho música por elección. A mi alrededor suenan las melodías del pop más ramplón elaborado por astutos productores que saben lo que un quinteto de muchachos cantando y bailando coreografías nada complejas pueden hacer con las hormonas de millones de adolescentes. Es paradójico que entre esa música ligera suenen cuatro sencillos acordes de guitarra, repetidos hasta el éxtasis acompañados de bajo, batería y voz. Cuando todo llega a su fin, un agradecimiento y un riff de esa guitarra cierran un capítulo más para Gustavo Cerati y Soda Stereo, al tiempo que abren uno nuevo para mi.
Entre el millar de ideas que mamá le arrojó a papá, una sugerencia fue seguida al pie de la letra: "habla a tus hijos en su idioma. Ellos necesitan saber que los escuchas. A Juan Carlos le gusta mucho un grupo que se llama Soda Stereo." Al siguiente fin de semana, luego de haber leído la carta, papá nos llevó al centro de la ciudad y nos dejó comprar la música que quisimos. En mis manos se encontró, desde entonces, la antología doble titulada Chau Soda. El repaso definitivo de la trayectoria musical del terceto argentino.
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Compré mi primera guitarra mientras cursaba la preparatoria. Aún hoy, lejos de Guadalajara, la conservo conmigo. Y aunque una guitarra eléctrica le hace compañía desde hace dos años, la vieja guitarra de palo sigue siendo mi primer amor: no importa cuántas veces se rompa o se maltrate, sigue ahí, brindando su mejor sonido a la menor provocación.
Al igual que mi generación, o al menos así lo pienso, aprendí a tocar varias canciones de Soda en la guitarra. La compré para eso. Sin maestro, y con un Guitarra fácil de por medio, todo era posible. Es increíble que a veces seamos tan ingenuos.
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Hoy imagino lo que sintieron los fanáticos de los Beatles cuando se anunció la ruptura del cuarteto en 1970, o los sentimientos encontrados que la muerte de John Lennon provocó a muchos en los tempranos 80. Gustavo Cerati ha muerto, y con él se van los sueños de toda una generación que aprendió a cantar con él, en trío o en solitario, las letras que hablaban de todo y nada, de metáforas de la vida o la sencillez de la misma.
El mejor Cerati hizo arte a partir de los 90: discos eternos que agotaron su vida en una bocanada. Gustavo Adrián fue una fuerza natural que desde entonces no paró de experimentar. Había que verlo en vivo, escucharlo, sentir la potencia de su guitarra o de su voz. Gracias por tu música: a partir de ahora siempre será hoy.

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