domingo, 18 de marzo de 2007

3 de marzo de 2007
¿Cultura o alienación?
Pocas cosas tan contradictorias tiene la ciudad de Guadalajara como esa suerte de tianguis del Chopo cuyo apelativo poca o nula relación tiene con lo que trata de nominar. Claro, no me propongo discutir aquí ninguno de los postulados de las diferentes teorías del signo que pululan por el mundo. Mis intenciones son un tanto más sencillas: trato de explicar un fenómeno tan complejo llamado tianguis cultural.
Claro, es necesario abordar en primera instancia una serie de conceptos cuya intención, en todo caso, será tratar de aterrizar un poco mis dispersas ideas. Tomemos, por ejemplo, y no tan azarosamente, la palabra contracultura, entendida por una aplastante mayoría como aquello que va en contra de la cultura. Nada más alejado de la verdad, pues la counter culture viene, en realidad, a dar equilibrio a lo ya establecido. Entendámoslo entonces como esa serie de transgresiones al canon que lo único que hacen es renovar el estado del arte, cualquier cosa que eso signifique...
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Rebelarse vende, como bien afirma desde su título el libro publicado por sello editorial Taurus durante el 2005. En ese sentido, la contracultura, al menos la conocida a partir de los mil novecientos sesenta, dejó de ser, como de hecho lo hacen todas las nuevas manifestaciones, una corriente que se manifestaba contra el consumismo exacerbado. La contracultura, como bien dice Rogelio Garza, se convirtió en cultura, negocio, moda e institución (Rogelio Garza. “Cultura y contracultura ¿En contra o en equilibrio?” La Mosca en la Pared. Año 8, núm. 52. Noviembre, 2001. Págs. 14-15).
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El problema de la contracultura aparece cuando, de pronto, ésta se convierte en moda. Obvio, los entes habitantes de este inframundo utilizan terminajos religiosos para declarar abiertamente su simpatía hacia ese algo que está en boca de todos. Películas, figuras o grupos musicales pasan a ser “objetos de culto” que es necesario poseer para estar a la vanguardia. Y si el arte o la cultura nos ofrecían, hasta donde el concepto lo permite, una identidad propia, el mundo contracultural y consumista de hoy dicta símbolos universales que deben ser seguidos y adorados de manera inmediata.
Regreso al asunto que hoy nos concierne, al del célebre tianguis cultural. Francamente me parece risible circular por las avenidas planeadas entre negocio y negocio sólo para encontrarme en medio de una multitud de seres uniformes cuyos rasgos nada distintivos son la imagen de niño bien, dispuesto a formar parte de la nueva alienación de RBD; la calaverita de El extraño mundo de Jack del buen Burton (quien sin duda es más que esa película); y tenis Vans o Converse a manera de complemento.
La cuestión con los espacios contraculturales es la siguiente: parece que más allá de ofrecer cultura y señas de individualidá (con el debido respeto al léxico tapatío) la mayoría de los burgueses ahí establecidos pretenden, más que sugerir, instituir. Esa institución resulta evidentemente negativa, pues la cultura deja de lado lo propositivo para convertirse en un asunto peligrosamente militante...

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