viernes, 19 de enero de 2007

18 de enero de 2007
Primavera con una esquina rota
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Para Paola, quien insiste en que la P es única y exclusivamente suya
Puntos suspensivos. ¿Somos cabalmente conscientes de lo que implica su uso? En un texto escrito indican, por lo general, una ruptura del discurso, sea ésta originada por una interrupción ajena, un reacomodo de las ideas que se plantean decir, una pausa para tomar aire, valor... O para decir (y hacer) las cosas trascendentes.
Esta imagen me deja la lectura de Primavera con una esquina rota de Mario Benedetti. No la de las cosas trascendentes (o quizá sí, pues toda novela se ocupa de éstas, ocultándolas tras el telón de ciertas cosas específicas) sino la de los puntos suspensivos. Y es que en un principio pensé en plasmar mis traumas amorosos con la figura de la suspensión. No deja de maravillarme cómo, mientras uno pone punto final a una historia, el otro piensa que la pausa es solamente (¿solamente?) una tercia de puntos suspensivos, lo cual, en sí, no es bueno ni malo, sino todo lo contrario...
Lo trascendente es la libertad, la amistad, la vida, el amor. Pero no la visión egoísta del amor occidental. Me refiero al amor visto desde la perspectiva oriental, al que se brinda sin esperar nada a cambio. Y ¿cómo lograr la trascendencia si se nos ha impuesto la suspensión? O para decirlo en palabras que hagan referencia a la obra de Benedetti ¿Qué pasaría si de repente la milicia se hiciera cargo de una nación?
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Es curioso que en pleno invierno piense ya en las cuestiones de primavera. Pero no una cualquiera. La temporada de la que hablo es triste, con una esquina rota; nada que ver con el jolgorio que año tras año se festeja a partir del 21 de marzo. No dejo de pensar en las similitudes que tiene una novela con la realidad, máxime cuando ambas hablan de soldados, exilio y rupturas...
Pero ¿en qué se asemeja mi realidad a la de Primavera con una esquina rota? En muy poco, quizás, porque aún no han acontecido muchas de las cosas que plantea el mundo narrativo de la novela que hace alusión al particular caso del Uruguay de los años setenta. En México aún no se militariza por completo el país, lo cual agradezco sobremanera, pues no nos hemos dado cuenta de lo que esto significa...
Sin embargo, no hay razones para estar felices; me llena de temor que el equipo de fútbol del Club Deportivo Guadalajara (mejor dicho: el equipo más popular del deporte más popular de México) decida posar para una sesión fotográfica al lado de las fuerzas armadas de la quinceava zona militar. Insisto, es menester descubrir que, detrás de este tipo de actos, se esconde la manipulación de un gobierno que trata de enajenar a su pueblo. Permitir la militarización de un país es entregarse por completo a un grupo de personas con una visión de mundo demasiado estrecha, cuyo sistema de pensamiento se basa en la máxima del orden a cualquier precio...
Quiero creer, en un acto de fe bastante arriesgado, que, para bien o para mal (o para peor) también existen personas dispuestas a defender a cualquier precio las cuestiones trascendentales de la vida. El amor hacia los otros puede mostrarse sacrificando la libertad y la vida propia, incluso a sabiendas que, lo que le espera a ese individuo es una existencia con la carencia de aquello por lo cual está luchando. Así, el lapso entre el reencuentro con sus ideales es una vida en puntos suspensivos (exilio, cárcel) y todo lo que eso implica. Incluyendo la muerte...

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