viernes, 8 de diciembre de 2006

6 de diciembre de 2006
Borges y yo

Mi relación con Borges ha sido, de entrada, demasiado extraña. Si bien era conocedor de su fama, jamás reparé en ojear siquiera una página suya. Como lector lo descubrí gracias a ese gran promotor de la cultura (y gracias al morbo, hay que decirlo) que es nuestro filólogo y ex presidente Vicente Fox Quesada. Por desgracia, Borges fue confundido con un grande de las letras imaginarias: José Luis Borgues (amigo entrañable de otros excelentes literatos como Rabina Sagore y Sara Margarita).
Uno de los primeros textos que leí fue el cuento “Hombre de la esquina rosada” recomendado por el sabio (fuera de sarcasmo, que quede claro) César López Cuadras. Se desprendieron entonces diferentes recomendaciones. “Borges y yo” digno de ser recitado a la menor oportunidad; “El Aleph”, excelente cuento que recuerda de manera así o más obvia a La divina comedia, y muchos más. En pocas palabras, le tome cariño a su narrativa.
No hace mucho tiempo, en ese increíble espacio que es el taller del gran amigo Luis Vicente de Aguinaga, conocí (casi casi en sentido bíblico) la poesía de Borges. Eso de conocer tiene que ver con que la hice mía. Yo, que tiendo a rechazar sistemáticamente el noventa por ciento de las manifestaciones poéticas, encontré a un autor digno de ser leído y releído más de una vez.
Hoy, gracias a Luis Vicente, tuve la necesidad (bendita amiga mía) de buscar el volumen titulado Elogio de la sombra. Por fortuna, en la biblioteca escolar poseían la obra completa publicada por el grupo argentino Emecé Editores. Ávido de nuevas referencias de Borges, pedí en la biblioteca, para llevar, un Tomo 2, libro en el que encontré, aparte del favorito “Borges y yo”, “Ajedrez”, “Le regret D’Héraclite”, “El golem”, “Junio, 1968” y otros más que desde ya pintan a favoritos de este Infrahuevón lector. A resaltar dos textos que serán mis amigos en cuanta cantina pueda recitar “El vino” y “Soneto del vino.”
Neófito en Borges, su lectura ya me ha dado a otros escribanos que merecen ser atendidos y admirados: Stevenson y Reyes. De uno y otro he revisado su trabajo ensayístico, aunque no está lejos el momento de pasar al trabajo narrativo, en el caso de Stevenson, de quien ya había tenido la oportunidad de hablarles: El extraño caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde. Con el tiempo podré leer un poco más de ambos.
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Amigo Borges: Gracias por haber escrito a lo largo de tu vida tan bellas páginas. Tú, que sólo te enorgullecías de aquellas que habías leído, deberías estar orgulloso también de aquellas que nos dejaste. Quizá tu comentario se deba más a la modestia que a otra cosa... Por hoy es todo amigo; tengo cosas que hacer. Y en serio. Gracias.

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