viernes, 15 de diciembre de 2006

10 de diciembre de 2006
Crónica de un campeonato anunciado (a lo cual me pregunto ¿por qué siempre deconstruimos a Gabo? ¿Hemos creado a partir del uso un sintagma fijo?)

A menos que usted, mi querido y atento lector, viva en el planeta Marte o fuera de las fronteras de la siempre contradictoria geografía mexicana (ya que, según los defectuosos, las personas que viven al interior de la República curiosamente no son las que están al centro), habrá notado que el día de hoy las Chivas Rayadas del Guadalajara conquistaron su estrellita número once.
Este trascendental asunto ha logrado mantener a la nación chiva (Enrique Garay dixit) pegada a sus televisores o celebrando en la Minerva luego de importantes victorias ante América o Toluca. Por supuesto que aquellos que disfrutaron estos partidos nunca se enteraron cómo fue que parte del gabinete de Calderón tomó posesión (lo hizo tan sólo a media hora de haber concluido el clásico de clásicos, cuando toda la fanaticada estaba beoda) o de los avisos fiscales que dio el Secretario de Hacienda, Cartens (justo el día que Chivas y Toluca disputaban el episodio uno de la final).
Recuerdo haber afirmado en este espacio que a Chivas le deparaban buenos resultados en esta liguilla. No fue una observación de seguidor rojiblanco, sino más bien un llamado de atención de alguien que pretende crear conciencia acerca de la situación que le depara al país. Como decían los romanos: al pueblo pan y circo. Los Aparatos Ideológicos de Estado, conocedores del antiguo adagio, lo aplican sin empacho a la menos provocación. ¿O usted hubiera visto la final de haber sido Tecos contra Atlante? ¿Verdad que no?
El hecho de que el equipo de fútbol más popular de México haya llegado a la final de puro panzazo y se alzara con el campeonato justo en fechas en que el entorno socio político es por demás apremiante, me deja un amargo sabor a sospechosismo (sic de Santiago de Creel) en la boca. No es por paranoia, pero... que conveniente ¿no?

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