viernes, 8 de diciembre de 2006

1 de diciembre de 2006
Robert Louis Stevenson

Me gustan los relojes de arena, los mapas, las etimologías, la tipografía del siglo XVIII, el sabor del café y la prosa de Stevenson. Jorge Luis Borges
Muy pocos escritores han ganado mi entusiasmo de manera tan inmediata como en el caso de Stevenson, escritor reconocido más que nada por sus celebres Isla del tesoro y El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (que por supuesto, y dadas mis Infrahuevonas condiciones, aún no he leído). Esta fascinación por el Tusitala (contador de historias) escocés comenzó gracias a Borges. Una vez que tuve entre mis manos una antología de sus ensayos no pude mas que admirar su estilo.
Sin embargo, me une a Stevenson algo más que el gusto literario. Al igual que él soy hombre de pulmones débiles y no sé si esto fue el leit motiv que me ligó a su escritura de manera determinante.
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De la poética stevensoniana se pueden desprender algunos puntos muy útiles para más de algún “escribidor”: a la literatura se le pasa tijera, el mérito de un escritor no está en dilapidar su esfuerzo elaborando arduas descripciones, sino crear una atmósfera con los mínimos elementos. Ojo: esto no quiere decir que el texto sea pinche desde el principio. Existe una diferencia entre utilizar los elementos mínimos y regatearlos.

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No hace muchos días afirmé que no le tengo miedo a la muerte. Si alguna vez el Guasón del Batman de Burton me pregunta ¿has bailado con la muerte a medianoche? podré responder afirmativamente, porque efectivamente, alguna vez tuve un colapso pulmonar a esas horas. Sin embargo, luego de los felices acontecimientos que han acontecido en esta semana bien podría retractarme un poco: quiero vivir para descubrir la vida al lado de la mujer que amo. He dicho.

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