domingo, 3 de septiembre de 2006

4 de agosto de 2006
La imposibilidad de la redacción
Platicando con uno de mis maestros de la facultad de Letras surgió la pregunta de qué pasaría si cada persona redactara cuando menos una cuartilla diaria. La pregunta tuvo para mí un efecto de reto. ¿Quién no es capaz de redactar dicha extensión de texto? El tema, obviamente, no importaba. Ya fuera un trabajo de creación literaria, un diario, un ensayo, una investigación, que sé yo. Es una cuartilla, por dios.
Sin embargo, a pesar de lo sencillo que parece, para muchos la redacción se vuelve un reto. Alguna vez leí un texto de José Emilio Pacheco acerca de Juan José Arreola, en el cual comentaba acerca del bloqueo de los escritores en general y del caso del citado autor en particular. Pacheco hace mención a la imposibilidad que el jalisciense tenía para sentarse a escribir el Bestiario, edición que le había sido pagada en su totalidad y de la cual no existía siquiera un avance. No es, pues, que Arreola no tuviera tiempo para escribir el texto, sino que más bien no tenía las ganas de hacerlo.
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No sé si para todo escritor, sea éste principiante o profesional, el tan sólo imaginarse frente a la página en blanco (como dirían los clásicos) le provoque pánico. Prefiero pensar que, en muchos, casos la imposibilidad de la redacción se debe a la desidia de dejar dicha actividad para después. En mi caso debo confesar que la mayor parte de las veces he dejado pasar momentos creativos muy importantes simplemente por la flojera y el típico “al ratito”. En otras ocasiones son los trabajos que da la escuela los que absorben el tiempo (los de Reyes, y conste que no hablo de Alfonso) y, sin embargo, el pretexto para dejar la pluma de lado aparece nuevamente.
Es entonces cuando a manera de regaño me digo que la grandeza del escritor radica en la redacción constante. Como decía Gabo (Gabriel García Márquez para los amigos), un buen escritor ha tirado a la basura quince o veinte cuartillas por cada una de las que le han sido publicadas.
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Concluyo. Este blog nace entonces por la necesidad de escribir; el título indica que mi última tentación ha de ser dejar de lado la escritura. Y así como le pasa al Jesucristo de Kazantzakis en la novela de la cual retomo el título, al final del día terminaré crucificado con pluma y hojas, o mejor dicho, con teclado y monitor.
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Espero que cada una de las cuartillas sea de su agrado, mi querido lector. En caso de no ser así llame al 01 900 849 XXX y deje su mensaje. Una operadora espera su llamada.

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