domingo, 3 de septiembre de 2006

15 de agosto de 2006
Ruta 62
Sólo aquellos que han tocado el fondo del infierno, han tomado el té con Belcebú y le han ganado en el dominó, conocen en realidad el alma del ser humano.
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Hoy regresé a casa con malestar estomacal. La causa no fue el pozole que cené, tampoco la carne que comí, y mucho menos los sandwiches que desayuné. Cuando subí al camión que me trajo de regreso a casa percibí un singular olor a mierda, el cual, sin embargo, tampoco provocó mi malestar.
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Todo es cuestión de imaginar la escena. Al subir al camión veo, después de echar un vistazo que pretende buscar asiento para mi derrière, a una persona inhalando tíner. Debido a los muchos prejuicios que me ha impuesto la sociedad y de los cuales aún no he logrado liberarme, paso de largo sin percatarme del detalle que contaré a su debido tiempo. Ya recordará usted lo que dijo Jack el destripador: vamos por partes. Algunas cuadras después, aparece un tratante de dulces. El desconocido de inhalantes costumbres levanta la mirada vidriosa y suplica por un caramelo, a lo que el vendedor responde con una violenta negativa. Es en ese instante cuando percibo que la persona es una niña de alrededor 12 años. Aún no sé el por qué del gesto que hice y les relato a continuación: compré el paquete de dulces y se lo regalé a la niña. Duda si aceptarlo o no, aunque después de poco tiempo lo toma. Justo cuando se dispone a dejar de lado el tíner y abrir los caramelos, sube una mujer no mayor de treinta años y con al menos cinco hijos. Dos de ellos lloran de la manera más enérgica posible; la madre los calla a gritos y golpes, mientras los niños taladran tímpanos con su llanto. La niña decide, en ese instante, dar sus golosinas a los niños golpeados.
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El ser testigo de esta clase de gestos no es raro. El que los haga una persona cuya vida transcurre en el infierno debería de ponernos a pensar. A pesar de su pobreza y apetito, aún existen personas dispuestas a sacrificar por el prójimo lo poco o nada que les queda. Es esta gente la que está harta de injusticias. Me uno a ellos. No podemos pretender que México es un país de clasemedieros y ricachones cuando más de 50 millones viven en la pobreza extrema. Por eso no entiendo a los que votaron por el PAN.

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