Notas para un taller de creación literaria (y un mensaje de
amor perdido en un arrebato teórico inútil)
Soy de la firme creencia que el impulso creativo no viene de
la nada. Para poder llegar a él, es necesario pasar por diversas etapas de
observación del entorno y de uno mismo para poder procesar ese mundo que nos
rodea y crear algo completamente diferente. Eso que llamamos técnica, también
se da en la creación artística en general, y por lo general viene de la
observación, el aprendizaje y la apropiación de diversos métodos aprendidos,
aplicados y deconstruidos por el creador, quien será capaz en un arrebato de
genialidad de llevarlos a niveles completamente superiores. La constancia y el
continuo ejercicio de esos métodos son los que llevarán al creador a la
categoría de artista.
Sin embargo,
en este mundo del do it yourself, la práctica de un método está sobrevalorada. Todos
quieren ser el puto Salvador Dalí, pero olvidan que el mismo Dalí, antes de ser
el excéntrico bigotón surrealista, realizaba réplicas de los cuadros de otros artistas
de diversas épocas. Es peor enterarse que los artistas son poco capaces de
expresar lo que ellos mismos saben de su arte, o caen en explicaciones de moda
sobre el mismo, o peor aún, afirman haber hecho una mierda que venderá en lugar
de una obra que en verdad aporte.
En la
literatura, por ejemplo, todo mundo se siente poeta, y pocos son capaces de
definir a la literatura. (¿Qué es poesía? Poesía eres tú. ¿Qué es literatura?
No lo sé, pero quiero escribir mi literatura en el lienzo de tu piel). Y es que
ante las preguntas ¿qué es poesía? y ¿qué es literatura? pocas respuestas serán
acertadas, pero ninguna será incorrecta. Sin embargo, si el literato o el poeta
no se plantea esta pregunta, y peor aún, si no llega a una respuesta, está
condenados a perderse en su hacer.
Desde
mi perspectiva, la poesía, como la literatura, son denominaciones a un hacer
textual, construcciones discursivas que expresan, valga la redundancia, la
subjetividad del autor, cargado de sus valores y sus representaciones
ideológicas. Poesía y literatura son sólo términos para nombrar algo y nada
más, pero que no representarán nunca el valor de la obra.
En mi
experiencia como tallerista es fundamental que el alumno se responda estas
preguntas, y que a partir de ahí observe la clasificación de los géneros
literarios, tanto los antiguos como los actuales: a saber, en la poesía
antigua, la épica, la lírica, y la dramática, y en la literatura actual, como
sus equivalentes, la narrativa, la poesía y el guion. La observación de estos
elementos nos llevará a notar ciertas características intrínsecas a cada uno de
ellos: la narración, la descripción y el diálogo. Estos son, desde mi
perspectiva, elementos fundamentales en toda construcción literaria, y que el
creador sabrá aplicar y privilegiar en el género que decida desarrollarse para
la construcción de su obra, que puede responder a diversos modos: ciencia
ficción, terror, erotismo o fantasía, entre otros.
Un modo
que me agrada y me resulta favorecedor para el aprendizaje pero de cierta
dificultad en su ejecución es el fantástico, pues en él contiene grandes
ejemplos de técnicas literarias interesantes. Estas técnicas, llevadas al
aprendizaje, le servirán al alumno, y en algunos casos a diversos autores, para
mimetizar estilos, y si ambos ponen en práctica dichas técnicas con intención
de superarlas, pueden llevar su obra a un nivel distinto.
La
pregunta obligada sería, en todo caso ¿qué es la literatura fantástica? Más
allá de una denominación que me parece aplicable a toda creación (fantástico me
parece que el ser humano sea capaz de crear otros mundos a partir de lo que le
rodea) en general podemos definir a lo fantástico como eso momento de duda y
oscilación entre lo real y lo imposible. La ficción y lo fantástico ocurren en
el límite, en ese resquicio que hay entre dos mundos, no quedándome claro si
esa afirmación es mía o la robé de alguien más...
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