Palabras no dichas...
Esta tarde el cielo decidió llorar conmigo. O yo con él. Como sea, ambos compartimos la melancolía que se ha encarnado en lo más profundo de nuestro ser, volviéndonos un perenne mar de lágrimas que trata de limpiar los errores de las palabras no dichas, de los secretos guardados que se clavan poco a poco en esta carne fresca que palpita y que duele... Esta tarde el cielo decidió llorar conmigo, o yo con él; salgo a fumar un cigarrillo con la esperanza de llevar un poco de calor hasta lo más profundo de mis huesos, pues esta soledad buscada a lo largo de silencios me lleva a estar aquí, en el balcón de esta casa que cada día se aleja más de mí, que ha dejado de ser habitación y se convierte en una estancia: mi melancolía y yo en un mismo espacio.
Desde las alturas, jugando con la idea del vacio pero refugiado en mi balcón miro los vehículos: transportan a personas que decidieron afrontar el día a día. Personas refugiadas tras abrigos, paraguas o impermeables, que lidian con la vida tal vez sin la conciencia de lo que pasa, que ignoran que allá arriba, oculto en un balcón, resguardado de la lluvia pero no de sus efectos, está un solitario por convicción acompañado de sus dudas, culpas y complejos.
Ese solitario los mira caminar y piensa. Piensa en su vida que se precipita poco a poco como las gotas que ahora empapan a la multitud y trata de reconciliarse con ellas: con la multitud y con su vida. Ese gran solitario que soy yo piensa en sus silencios, las pausas que hay entre gota y gota, las pausas entre palabras, frases y discursos, y las consecuencias de los mismos. Mientras lo hace espera reconciliar al niño que ya fue con el adulto que ya es. Sabe que no habrá canciones de cuna para él, para los suyos. Lo sabe, pero se refugia en las canciones. Y mientras tanto el cielo llora junto a él...
Esta tarde el cielo decidió llorar conmigo. O yo con él. Como sea, ambos compartimos la melancolía que se ha encarnado en lo más profundo de nuestro ser, volviéndonos un perenne mar de lágrimas que trata de limpiar los errores de las palabras no dichas, de los secretos guardados que se clavan poco a poco en esta carne fresca que palpita y que duele... Esta tarde el cielo decidió llorar conmigo, o yo con él; salgo a fumar un cigarrillo con la esperanza de llevar un poco de calor hasta lo más profundo de mis huesos, pues esta soledad buscada a lo largo de silencios me lleva a estar aquí, en el balcón de esta casa que cada día se aleja más de mí, que ha dejado de ser habitación y se convierte en una estancia: mi melancolía y yo en un mismo espacio.
Desde las alturas, jugando con la idea del vacio pero refugiado en mi balcón miro los vehículos: transportan a personas que decidieron afrontar el día a día. Personas refugiadas tras abrigos, paraguas o impermeables, que lidian con la vida tal vez sin la conciencia de lo que pasa, que ignoran que allá arriba, oculto en un balcón, resguardado de la lluvia pero no de sus efectos, está un solitario por convicción acompañado de sus dudas, culpas y complejos.
Ese solitario los mira caminar y piensa. Piensa en su vida que se precipita poco a poco como las gotas que ahora empapan a la multitud y trata de reconciliarse con ellas: con la multitud y con su vida. Ese gran solitario que soy yo piensa en sus silencios, las pausas que hay entre gota y gota, las pausas entre palabras, frases y discursos, y las consecuencias de los mismos. Mientras lo hace espera reconciliar al niño que ya fue con el adulto que ya es. Sabe que no habrá canciones de cuna para él, para los suyos. Lo sabe, pero se refugia en las canciones. Y mientras tanto el cielo llora junto a él...
4 comentarios:
En “Anticristo” de Lars von Trier; él le dice a ella -palabras más, palabras menos- que la naturaleza no es poética, simplemente es, lo demás no es real, no sucede; en ese momento el guión le da en la madre a la poesía, a la literatura; punto de vista cuestionable como todo el texto; realista -aquello que está autorizado por el monarca- estos días son productos de un frente frío; nada más triste que enfrentarnos sin otra interpretación a las cosas; el gris, el color intermedio entre la nada -el blanco- y la totalidad -el negro- tiene una particular fuerza: evocar la tristeza. Duelen más estos días cuando no existe el abrazo solidario, el chocolate y conchita que nos mal acostumbró la infancia –esa etapa tan terrible que pretendemos hacer pasar por la mejor–; algunos dicen que los creadores están solos, condenados a errar evitando los compromisos de una sociedad que exige productividad; nos quedamos en casa a soñar mientras otros maquilan computadoras que fallarán a los meses; leemos mientras otros duermen en los camiones, escribimos cuando otros se dejan seducir por la misma historia revolcada; por ese egocentrismo estamos condenados. Para algunos serán días de joda, de tráfico, para otros serán días del hubiera, de las gotas en eterno vaivén, vale también soñarlas al revés, regresar en el momento del primer amor, del beso a escondidas; es tiempo para escribir mensajes cifrados con el vaho y esperar que alguien más se fije, desde otro balcón.
Mi estimado Angelito:
Me da gusto que mis trucos publicitarios baratos hayan surtido el efecto esperado, atrayendo por unos minutos la atención tuya a este humilde espacio.
Por lo demás, debo hacer algunas anotaciones a tu post, sólo con la intención de continuar el diálogo (cosa que falta en nuestro medio), y también, por qué no, para pasar el frío de esta mañana nublada.
Lars Von Trier es un enfermo que goza ver sufrir a sus protagonistas. Al menos Bjork y Nicole Kidman comentan lo dificil que ha sido trabajar para él. Ergo, aunque sea cierto que la naturaleza no es poética, tampoco puedo confiar en una persona que goza transtornando a lo demás, sea a través de su poder o de la crueldad de destrozar las certezas más inocentes de esta vida...
La nada es el negro, el blanco es la totalidad.
Crear es sinónimo de soledad, y si no, pregúntale a Dios... Por lo demás, supongo que el también juega en su balcón, esperando que alguién más lea sus mensajes
Muy bonito texto, me gusta la nostalgia que transmite.
La lluvia...
te mando un fuerte abrazo desde acá.
la sabiduría popular lo pone de manera sencilla: qué bonito es ver llover y no mojarse.
Publicar un comentario