3 de julio de 2007
Consideraciones acerca del ensayo literario (Respuesta a un comentario de mi amigo Omar)
Sería ideal que los polígrafos escribiesen sus apreciaciones respecto del oficio de escribir; ideal, no imprescindible.
“Entre el alcohol, la poesía y la novela breve” Eusebio Ruvalcaba
Hace unos cuantos días, mientras me encontraba preparando una selección de mi breve trabajo ensayístico, recibí el siempre acertado comentario de mi amigo Roberto Visantz o como quiera que se haga llamar en este instante. Al haberle pedido ayuda para la corrección de los textos, él atinó a decirme que mi estilo se le hacía en extremo libre, más apegado a lo que hacía Montaigne que a la estructura del ensayo contemporáneo.
Con la intención de interpretar de la mejor manera correcta sus palabras decidí elaborar una serie de reflexiones acerca de este género y mi particular visión del mismo. Y he de atender en este momento al epígrafe de esta entrada: no es que me considere un polígrafo, ni que estas reflexiones sean imprescindibles. Ofrezco estas líneas no con la intención de decir la última palabra sobre el tema, sino más bien para aclarar mis ideas al respecto.
Así, después de cavilar un rato pienso en todas las posibilidades que me ofrece la palabra ensayo y me quedo con una. Ensayar, volver a la escritura un ejercicio libre, sin las cadenas que, por ejemplo, tiene la novela, donde el personaje A está ligado al personaje B y así si queremos llegar hasta la Z, amén de la tensión almacenada capítulo tras capítulo que debe explotar en el final, etcétera. Qué decir del cuento, otro ejercicio distinto, donde la misión es ganar por knock out, siguiendo la mejor tradición cortazariana; y eso sin hablar de la poesía, muerta ya por una libertad transformada en libertinaje.
Pienso que, por otro lado, el ensayo no está ceñido a ninguna receta de cocina o manual de uso que diga “deje en claro su intención en el primer párrafo; desarrolle la tesis en los siguientes diez; meta al horno por quince segundos y ¡listo! Tiene usted un texto a la orden. Dejo esto en claro por que el ensayo no es una suerte de “netología” donde el autor impone su particular visión sobre un tema y dice “esto es la neta.” Contrario a esta creencia, un texto de esta categoría sí debe dar el punto de vista del autor, pero al mismo tiempo es casi una obligación generar movimiento dentro de la materia gris del lector. Ergo: un ensayo debe incitar a la duda o a la reflexión.
Pero ¿cómo? ¿Cómo lograr esas dudas? Aquí es donde aparecerán las cualidades del escritor, haciéndose de recursos como la pregunta retórica, el ácido toque de un humor verdaderamente corrosivo o el simple, pero siempre efectivo, arte de llamar a las cosas por su nombre.
+++
¿Qué es el ensayo? Tamaña pregunta para un escritor de todavía tan cortos vuelos como éste su humilde servidor. Pido tan sólo, por decir un número, diez años de prueba. Quizá después de algunos ensayos tenga la respuesta...
Consideraciones acerca del ensayo literario (Respuesta a un comentario de mi amigo Omar)
Sería ideal que los polígrafos escribiesen sus apreciaciones respecto del oficio de escribir; ideal, no imprescindible.
“Entre el alcohol, la poesía y la novela breve” Eusebio Ruvalcaba
Hace unos cuantos días, mientras me encontraba preparando una selección de mi breve trabajo ensayístico, recibí el siempre acertado comentario de mi amigo Roberto Visantz o como quiera que se haga llamar en este instante. Al haberle pedido ayuda para la corrección de los textos, él atinó a decirme que mi estilo se le hacía en extremo libre, más apegado a lo que hacía Montaigne que a la estructura del ensayo contemporáneo.
Con la intención de interpretar de la mejor manera correcta sus palabras decidí elaborar una serie de reflexiones acerca de este género y mi particular visión del mismo. Y he de atender en este momento al epígrafe de esta entrada: no es que me considere un polígrafo, ni que estas reflexiones sean imprescindibles. Ofrezco estas líneas no con la intención de decir la última palabra sobre el tema, sino más bien para aclarar mis ideas al respecto.
Así, después de cavilar un rato pienso en todas las posibilidades que me ofrece la palabra ensayo y me quedo con una. Ensayar, volver a la escritura un ejercicio libre, sin las cadenas que, por ejemplo, tiene la novela, donde el personaje A está ligado al personaje B y así si queremos llegar hasta la Z, amén de la tensión almacenada capítulo tras capítulo que debe explotar en el final, etcétera. Qué decir del cuento, otro ejercicio distinto, donde la misión es ganar por knock out, siguiendo la mejor tradición cortazariana; y eso sin hablar de la poesía, muerta ya por una libertad transformada en libertinaje.
Pienso que, por otro lado, el ensayo no está ceñido a ninguna receta de cocina o manual de uso que diga “deje en claro su intención en el primer párrafo; desarrolle la tesis en los siguientes diez; meta al horno por quince segundos y ¡listo! Tiene usted un texto a la orden. Dejo esto en claro por que el ensayo no es una suerte de “netología” donde el autor impone su particular visión sobre un tema y dice “esto es la neta.” Contrario a esta creencia, un texto de esta categoría sí debe dar el punto de vista del autor, pero al mismo tiempo es casi una obligación generar movimiento dentro de la materia gris del lector. Ergo: un ensayo debe incitar a la duda o a la reflexión.
Pero ¿cómo? ¿Cómo lograr esas dudas? Aquí es donde aparecerán las cualidades del escritor, haciéndose de recursos como la pregunta retórica, el ácido toque de un humor verdaderamente corrosivo o el simple, pero siempre efectivo, arte de llamar a las cosas por su nombre.
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¿Qué es el ensayo? Tamaña pregunta para un escritor de todavía tan cortos vuelos como éste su humilde servidor. Pido tan sólo, por decir un número, diez años de prueba. Quizá después de algunos ensayos tenga la respuesta...
1 comentario:
el ensayo, esa exposición de ideas, es quizá el género literario más libre de todos.
y Eusebio Ruvalcaba no es santo de mi devoción.
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